Uno de los males que aquejan a Latinoamérica es su mal liderazgo; la clase política latinoamericana está dividida esencialmente en dos:
1)- Los líderes que desprecian todo lo nativo o local, proyectando sus ansiosas miradas hacia Europa o Estados Unidos, de donde copian o imitan todo lo que viene, sin pensar que en vez de copiar, en todo caso, hay que adaptar las ideas a la cultura local. Bolivia tuvo hace poco un presidente que ni siquiera hablaba bien el idioma español y tenía un fuerte acento norteamericano... tuvo que irse huyendo después de someter a su país a toda clase de genuinos abusos.
2)- Y lo que pasa como reacción a ello es que surgen los líderes populistas y locales, generalmente de escasa educación y – quizás – buenas intenciones, pero una total incapacidad para gobernar y liderar. El electo presidente boliviano, Evo Morales, es uno de estos casos. Estas personas generalmente copian ideas revolucionarias y pretenden emular a otros líderes, invocando a San Martín, Bolívar, Ernesto Ché Guevara, Fidel Castro y otros, sin entender que para nuevos problemas se requieren nuevas soluciones.
Tenemos que dejar de copiar e imitar; la clase política latinoamericana es retrógrada y poco culta, y los intelectuales del subcontinente parecen poco propensos a inmiscuirse en la cuestión.
Para mejorar el liderazgo local es necesario pensar, producir ideas, y no me refiero al debate de kermés que es propio de los actos políticos andrajosos que bloquean las calles de nuestras ciudades como una prueba más de que no se entiende que todo derecho viene de la mano de una responsabilidad, que es respetar los derechos de los demás.
Me refiero a que los intelectuales deben escribir y debatir sobre cuestiones de liderazgo de manera amplia, abierta y suficientemente abundante como para que la gente, el público en general, empiecen a pensar en nuevos estándares de conducta y conocimientos para los políticos.
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