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Hay que tener cuidado con los bancos, pero Joseph Weil fue quien ha llegado más lejos para darnos esa impresión.
Apostar es arriesgar, y hay quienes son capaces de arriesgar mucho - o todo - con tal de obtener lo que quieren, y quizás lo que buscan no es ganar una apuesta por dinero sino simplemente por diversión o adrenalina, o ambas cosas. Y una persona así era Joseph Weil, quien fuera uno de los mayores embaucadores de la historia relativamente moderna; y este hombre ni pagó con prisión, ni murió por sus crímenes, sino que vivió aproximadamente cien años feliz y contento.
En 1910, en Estados Unidos, el Sr. Weil llevó a cabo una de sus máximas hazañas del engaño, cuando decidió alquilar el local comercial en el que había funcionado hasta hacía poco tiempo antes un banco. Pronto los vecinos de Muncie, en el estado de Indiana, vieron como una nueva sucursal bancaria empezaba a colocar sus muebles, papelería y se aprestaba a abrir nuevamente las oficinas.
Pero extrañamente, solamente un cliente importante llegó, era un hombre de mucho dinero que entró en un banco en el que había otros clientes menores caminando de un lado para el otro, un par de guardias de seguridad, y varios empleados. Y más extrañamente, a la gente de la calle no se le dejaba entrar.
El gran cliente, el "pez gordo", solicitó hablar con el gerente para discutir un asunto; se le hizo pasar a un descanso, esperó durante algunos minutos, y luego el gerente, el Sr. Joseph Weil, le abrió la puerta de su oficina para hacerle pasar y hablar sobre una suculenta inversión. El cliente convencido, finalmente, invirtió unos cincuenta mil dólares.
Nuestro consejo es que si usted quiere saber cómo funciona un banco, visítelo después de haber hecho una transacción porque es entonces cuando vamos a poder ver el auténtico producto de su política empresaria. A la mañana siguiente de la transacción ene el banco de Muncie, la oficina estaba nuevamente abandonada, no había empleados, guardias ni clientes; todos habían sido contratados por el Sr. Weil.
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